A los que fueron IV

Nati Dubicki
2 min readApr 7, 2021

--

No sé como empezar a escribir sobre vos. Ya no creo estar tan segura de cómo se siente enamorarse, ni tampoco si es igual cada vez. Sea lo que haya sido, fue intenso, y me dolió perderlo más de lo que creía que me iba a doler. Fue otra prueba de que no tenemos el control de lo que sentimos, por más de que lo queramos elegir.

Trato de que al pensar en vos, lo primero que se me venga a la cabeza no sea ese desfile de errores que creo haber cometido, esos que me rompieron por completo. Porque yo no sé qué tipo de amor fue el que nos (¿me?) atravesó, pero sin dudas fue uno de esos desamores que te vacían hasta la última gota de ánimo que te queda.

Un poco me pone triste que recuerde más detalles de todo el horror que de la acumulación de cosas lindas que lo antecedieron. Es que lo nuestro fue tan breve que tampoco puedo entender el desastre que dejó cuando ya no estuvo más.

Lo que sí puedo recordar con vividez es cómo sentí que eras el tipo de persona que hace tiempo buscaba y todavía no había encontrado. En mi experiencia, ni los hombres ni las relaciones se veían como vos. Pusiste una vara con la que todavía me encuentro midiendo las cosas que me pasan.

Fueron meses de paz. No le pusimos nombre porque en realidad tampoco hacía falta. Entonces atacaste directamente a lo que por años había tratado de construir: mi autoestima. Mi primer error fue no actuar conforme a mis deseos, mi segundo error fue creer que las palabras sobraban.

Si te hubiera dicho todo lo que quería decirte, quizás no hubiera pasado todo esto. Me lo guardé y te dejé ir, creyendo que el mero hecho de que me quedaba esperándote iba a bastar para que volvieras. Pero cuando lo hiciste, el cuento había cambiado y nada de lo que saliera de mi boca iba a hacer nada contra eso. Al final, no eras todo lo que quería de una persona.

El dolor fue más fuerte que la desilusión y eso hizo que me costara tanto aceptar el final. Me descubrí haciéndome reproches a mí misma por no poder estar enojada con vos, ni por un ratito. Te dejé merodear sobre tu ausencia sin que hicieras ningún comentario al respecto, sin que respondieras mis mensajes de despedida, y aún más importante, sin tampoco demostrar ni por un segundo que estuvieras convencido de la decisión que tomaste. Me aferré a esos débiles atisbos de esperanza que hicieron que todo se prolongara aún más. Te equivocaste, y me lastimaste, pero yo te perdoné en mi cabeza aún sin que vinieras a pedirme disculpas.

Ya no me remuerde tu falta, ni te guardo ningún rencor. Aprendí que ser humano es ser imperfecto y de nada sirve recriminártelo, ni recriminármelo. Hicimos lo mejor que pudimos con el tiempo que tuvimos. No creo que vuelvas, y yo no sé que haría si lo hicieras. No pretendo asomarme a esa puerta, aunque confieso que, con el tiempo, descubrí que prefiero dejarlas siempre entreabiertas.

--

--